UNA PAREJA DE INQUILINOS
En esta casa vive un fantasma.
La veo a veces cuando bajo al oscuro patio y extiendo a lo largo una sábana o una toalla, entonces veo sus pies cadavéricos en frente mío.
Otras tantas abro el mueble de la alacena y entre los tarros del arroz, las lentejas y la panela, ahí están sus manos azules y muertas.
Una que otra vez desde el vapor de la ducha de agua caliente, miro su cuerpo roto e infame.
Por las mañanas evito siempre levantarme por la izquierda, ya sé que a mi lado está su mejilla hueca esperándome.
Ya me he acostumbrado a su espanto y ella a mi indiferencia.
A nuestro modo, nos acompañamos en esta casa donde solo vivimos los dos.
Mi mayor miedo es que algún día ella se desvanezca y así, aparezcan nuevos fantasmas a poblar el vacío de esta casa.
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