AUTORETRATO

Prólogo

En tu frente veo el paso del tiempo, que también es el mío. Aquí están juntos los años de felicidad y los que se parecieron al invierno. Cuando no estén nuestros padres, tú serás las paredes, el techo y la puerta de mi último hogar. Somos dos cerillas encendidas, que espalda contra espalda, sostenemos la luz en plena noche, mientras el mundo se desvanece en la niebla.

¿Cuántos años hemos visto pasar juntos, como barcos distantes que arrastran en su estela de vapor las casas familiares, las voces de los muertos y las calles que abandonamos y nos abandonan? Juntos somos las teclas blancas y negras de un mismo piano que se resiste a ser silencio, que se niega a ser una artesanía del olvido, que se amontona con otras más en el vacío del universo.

En el arco de tu risa o de tu llanto también veo el paso del tiempo, que también es el mío. Aquí están los álbumes familiares de los dos, que solamente tienen sentido cuando los recordamos juntos. Aquí están las cicatrices que únicamente tienen pasado cuando las miramos juntos. Aquí están las mitologías familiares que nos rodean como largas nieblas sobre el agua del río.

Algún día mi corazón dejará de latir, con la simpleza de un arroyo que ha decidido quedarse inmóvil para siempre. Alguna mañana mis pulmones no tendrán aire para pronunciar tu nombre, y se oscurecerán con la simpleza de un granero cuando queda vacío después de la siega. Pero algo de mí siempre seguirá latiendo y respirando en ti, Victoria, como una sombra que se resiste al sol en un patio a medio día. Porque juntos somos más, invencibles, eternos, como dos cerillas que, espalda contra espalda, sostienen una misma luz en la noche del universo.

Esta página es tuya. También todo el libro hasta su última sílaba.

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