Cuando mueren los planetas
Hay amores que se construyen en la oscuridad
Con besos de subsuelo y bocas hechas de tierra
Con esperanzas que arden como ríos de salitre
Con silencios tan profundos como la edad de la tierra misma
Y cuando salen a la luz estallan como dos planetas
Estrellándose uno contra el otro en su vuelo
Como dos alces que se embisten y crucifican a la vez
Dejando un vacío de catedral y estrellas muertas.
Como dos planetas que, al distanciarse un instante de la monótona gravedad que los sostenía en el universo, se desbocan hacia un nuevo rumbo, estallando de frente el uno contra el otro con una fuerza imparable, que levanta hasta el cielo las piedras y el fuego que guardaban los volcanes muertos de sus mares. Dos planetas estallan de frente como espejos, fundiendo en ríos de lava los castillos y fortalezas que sus habitantes creyeron eternas, deshaciendo las bibliotecas, los mapas, los idiomas y el álgebra que hasta ayer eran monumentos de la razón y ahora son sólo cenizas que caen de las nubes negras sobre una tierra todavía en llamas. Dos planetas estallan en un abrazo de fuego cruzando con violencia las especies de sus animales, de sus plantas y hasta del último átomo, creando nuevas formas de luz, amor y espanto. Dos planetas estallan como un millón de Hiroshimas iluminando la amplia noche del universo, donde sólo sobrevive el hambre, la eterna hambre.
Porque mi alma tiene hambre de tu alma
Bendigo las cicatrices que te han traído a mi puerto
Tu belleza que tiene el rojo de un sol de atardecer
El canto de tu boca que me guía de regreso al paraíso
Como canto de serpiente o perfume de manzana fresca
Ahí están los silencios que son apenas escalones hacia una palabra largamente contenida, como un aguacero que no se decide a tempestad. Cuando caiga la primera gota no habrá diluvio lo suficientemente grande para contar este amor.
Porque hay amores que se construyen en la oscuridad
Y cuando salen a la luz estallan como dos planetas
En una violenta, dulce primavera de fuego.
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