El constante olvido
Olvido eres y en olvido te convertirás.
Tu mano de ceniza acaricia el amado rostro.
De ceniza también.
El gastado rostro se perderá como agua sobre el agua.
Atravieso oscuros jardines que se cierran para siempre,
Irrecuperables como misteriosas puertas.
Sin llave ni cerradura.
Aspiro profundo la bermeja rosa de espina y miel
Para entregar su frescura de noche a la vasta nada.
¿Qué ceniza, qué nada son hoy
Los cristianos que oraron desde la sangrienta arena?
El apretado verso en que codiciaste la música del ruiseñor
Se deshará como despertando
Y regresará el ave a la nada,
Pura como el sueño o la madera.
Los hijos y los libros,
Intentos torpes de lo que uno quiso ser o decir,
Se desvanecen irrecuperables
Como cisnes de fuego sobre la ceniza.
La infinita noche y el infinito amanecer.
El furioso grito del ave sin sombra.
Cada muerto por igual entrega a la nada
Las palabras, las horas y las calles caminadas.
Una a una. Como cántaro vaciándose de agua o vino.
Esta fresca noche se escurre, ligera y atroz,
Como polvo de oro entre mis manos de sueño,
No importa.
Alguien también la ve morir conmigo.
Una tinta de indeleble fuego
La señala ardiente en el Libro que es mil Libros.
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