CUANDO MUEREN LOS PLANETAS

El humo de las naves

Desde mi orilla y mi turbulento mar,

Aspiro profundo el perfume de tu corazón,

Caliente y lejano como fruta soñada.

Lo aspiro lento y embebido,

Como tigre que olfatea la selva al amanecer.

Como vapor sagrado de las raíces del templo.

Corazón de incienso temblando en la niebla.

Temblando como luna en noches de tiniebla.

Presiento los latidos de tu corazón,

Como huellas de pájaro de mar en la arena.

Acercándote o alejándote, siempre palpitando.

Presiento los caminos de tu sangre,

Como invisibles y subterráneos ríos de salitre.

Como paraíso de agua prometido por Mahoma.

Bajo el dorado arco del sol o la luna,

Extiendo y ondeo mi bandera, amplia como isla,

Rasgada como oscuras velas de barco antiguo,

Elevando señales de humo desde mi costa.

Unas precisas como puñales, otras inciertas como palabras.

No importa en que lejanía te halles, despierta o dormida,

Desde allí verás una columna de humo sobre el mar.

Con formas imposibles, como luces perdidas en la lluvia.

Como sombras que se hacen y deshacen bajo la arboleda.

Bajo el dorado arco del sol o la luna,

Extiendo y ondeo mi bandera, elevando señales de humo.

Para enamorarte y compartirte mi cotidianidad

De libros abiertos como rostros en plena lluvia,

De música antigua como la tierra y el hambre.

De vinos brillantes dormidos entre la madera.

Desde mi orilla y mi turbulento mar,

Entreveo tus señales de humo, descalzas sobre el mar,

Acercándose como naves ebrias bajo la luna,

Espectrales como oscuras velas de barco antiguo.

Naves deshechas de cualquier guerra, de cualquier mar,

De cascos devorados por la sal, de espadas rotas y cofres abiertos.

Recojo esas naves, fabricadas con el humo de tu alma,

Que arde como pira o incensario desde tu lejana orilla.

Madera envejecida por las olas, madera hecha naufragio.

Bajo el dorado arco del sol o la luna,

Apilo la madera de tus naves para levantar mi hoguera.

Como serpiente se alza la columna de humo sobre el mar.

Para enamorarte y compartirte mi cotidianidad.

Desde mi orilla y mi turbulento mar,

Aspiro profundo el perfume de tu corazón,

Caliente y lejano como fruta soñada.

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