La cometa y el fantasma
En el corazón de mis noches
Guardo un sueño, como una oscura perla
Hecha de cansancio, sueño y pesadilla.
Una y otra vez sueño lo mismo,
Perfeccionando este dulce, atroz sueño,
Repitiéndolo como una música o un verso.
Sueño que soy una cometa suspendida en la tormenta,
Estática, oscura y en lo más alto de la noche,
Hambrienta de rayos y electricidad.
Sueño que soy una cometa suspendida en la tormenta,
Enorme, vacía y lejana del mundo,
Hambrienta de rayos y electricidad.
Sobrevolando la inasible frontera del sueño,
Donde los vivos dialogan con los muertos,
Donde lo imposible aviva la esperanza.
Encuentro allí el latido de tu corazón y la música de tu voz,
Encuentro allí el espejo de tu mirada y el calor de tu sangre.
Cada tantas noches, en esa inasible frontera del sueño,
Dos cometas se encuentran y se abrazan en la tormenta,
Hambrientas de vida, de rayos y electricidad,
Recordándose de frente, sin necesidad de fotografías,
Como cuando los vivos dialogan con los muertos.
Al despertar nunca descubro el sendero de regreso
A la tierra de los muertos y las tempestades,
Como un desnudo Adán exiliado de todo paraíso,
Despoblado de recuerdos y ahogado de melancolía.
Porque al despertar sigo siendo una cometa,
Estática, vacía y lejana del mundo,
Suspendida eternamente en las ramas de cualquier árbol,
Como un fantasma incapaz de soltar sus amarras.
Como un hombre vivo incapaz de levantar su mirada.
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