CUANDO MUEREN LOS PLANETAS

Poema de amor y arena

Húmedas y frescas como pisadas de lluvia,

Permanecen intactas tus huellas desnudas

Sobre la muda arena de mi desierto corazón.

Mis palabras no levantan vuelo hacia tu boca,

Como borrosas aves de tinta sujetas al papel.

Temiendo que el vuelo de un ave de tinta

Borre el paisaje de tu presencia en mi arena.

Entonces, con la temerosa exactitud de un ciego

Conservo tu presencia, tan presta al olvido

Como un perfume sagrado a diluirse en la nada.

Conservo tus palabras y tu aliento empañando mi boca,

Como naufrago cuidando de su fuego en la noche.

Triste caracol guardando la voz de su mar,

Así conservo el dulce oro de tus palabras,

Como una música amada que tiende a silencio.

Y al atardecer tu ausencia me inunda, azul y brutal,

Como incendio o estampida, de búfalos o llamaradas,

Derribando diques que nunca supe en mis venas.

Así me derribo ante tu ausencia,

Como cisne hundiendo su largo cuello en la marisma.

 

Tantos símbolos fluyen irremediables en la arena:

Las palabras que Cristo escribió en el desierto,

Y supo borrar ante la presencia del Satán.

También la suave arena que escurrió de su costado

Abierto por la lanza en la Gólgota al atardecer.

La arena amarilla y simbólica para trazar una ciudad,

Cayendo de la mano de Alejandro Bicorne de Macedonia.

La otra arena, oscura y roja como sangre seca,

En la que Julio Cesar descifra y descree de su muerte.

La arena blanca y caliente que Colón besa a puñados

Creyéndola de India y no de América.

La arena azul que arroja David Hume al desierto azul

Para transformar en un gesto al variable universo.

Esas arenas son símbolos de otros, no míos.

No hay arena más valiosa, no hay arena más mágica

Que la que traza caminos de tu boca a mi corazón.

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