LA HIDRA

Blues de las casas vacías

La soledad nunca es repentina.

Lenta, muda y certera como cáncer.

Invade como lluvia a cuentagotas,

Como implacable ejército,

Rodeando una ciudad amurallada.

Esa Troya eres tú,

Y la soledad tu Aquiles matador.

La soledad nunca es repentina.

Casi inmóvil como nieve soñada.

La presientes en detalles torpes,

Y la asumes inevitable como una vejez.

Ya no existe ese vecino anónimo

Que por años saludaste desde lejos.

Tampoco contestan en ese número

Que creíste hecho para la memoria.

Hay una casa llena de recuerdos,

Donde ya nadie sabe quién eres.

Alguien que no recuerdas,

Finalmente te ha olvidado hoy.

Alguien que no recuerdas,

Finalmente le has olvidado hoy.

Hoy un amor ha cesado,

Como lluvia que cede al sol,

Como insomnio aliviado en el sueño.

Los libros empiezan a ser

Menos horizontes y más madrigueras.

Te ocultas, esquivando tu soledad.

Prendes el estéreo y paseas por 60 canales.

Tu alma hecha de madrigueras,

Para acobardarte ante tu soledad.

Prendes el estéreo y paseas por 60 canales,

Ahogando con fiesta los sonidos que temes:

Los crujidos de la casa, el goteo del agua,

Una silla en desnivel, tu mala respiración,

El chasquido seco de tu lengua, la calle vacía,

El zumbido de los bombillos, el temblor en tus manos,

Tu corazón temblando,

Como reloj de arena vaciándose sin remedio.

Esos son los sonidos de tu soledad,

Que se arrastra contigo como sombra.

Hacia cualquier país, hacia cualquier espejo.

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