Las variaciones de los espejos
Una descabellada matemática ordena al mundo,
Y su atroz principio, unidad y cero son los espejos.
Como en las sinfonías de Wagner o en los criptogramas,
Todos los elementos deben repetirse al menos una vez.
Hay un número exacto de formas y detalles
Que en el incesante movimiento de la historia y las guerras,
Nos engaña sobre el tamaño infinito del mundo.
Los rostros se repiten monótonos como gotas de lluvia:
El rostro de mi vecino pudo ser, con los menores detalles,
El de un soldado de la guardia de Luis XVI
O un zapatero que conoció a Swedenborg en Londres.
Se repiten los mismos rostros como máscaras de fiesta o aquelarre.
Un niño de la India compartirá sin saberlo el rostro de Cristo o Budha.
Otro en Florencia el del carnicero anónimo que interpretó a Judas
En la inmemorial Última Cena de Miguel Ángel.
Una joven en Bombay no sabrá que por su rostro en otro tiempo
Se hicieron cinco mil naves a la mar para incendiar Troya.
Nadie sabe, nadie debe saber
Cuántas patrias y oscuras vidas calla el discreto espejo
Cada vez que refleja su rostro en el duro cristal,
Porque lo único que poseemos de nosotros mismos,
Es ese triste reflejo y la vaga sensación de estar existiendo.
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