LA HIDRA

Poema del plagio

¿Qué es escribir, sino el vano consuelo de no hacer música?

Abro la jaula y mis palabras vuelan como gaviotas buscando mar.

Una que otra vez, estas palabras forman un verso

Y del verso se antojan del poema.

Usualmente, esas gaviotas son de arena

Y poco a poco se disuelven en el olvido.

Digamos, que esos son los malos poemas.

 

Muy rara vez, mis amadas gaviotas se endurecen

Hasta adquirir el peso y la dureza de la roca,

La roca que sobrevive al mar y al tiempo.

Pero cuando es así,

La tristeza se mezcla con la dicha,

Porque descubro que tales gaviotas

No han escapado de mis humildes jaulas,

Sino de jaulas mayores,

De Quien escribe en fuego sobre libros de piedra,

Frentes de hombres y destinos de naciones.

 

En el peor de los casos,

No son las jaulas de Dios, sino las de la memoria,

Que esencialmente corresponden al plagio involuntario o solapado.

¿Quién sabe cuántas bellas gaviotas

He robado de las altas jaulas de Neruda, Borges,

Whitman o Shakespeare?

Infeliz de mí haberlas creído fruto de mis torpes manos y mi greda.

 

Sé que hablo la lengua de los muertos;

Mi conocimiento es de subsuelo;

Una mano tras el cristal traza lentamente mi vejez:

Me estoy pareciendo a un muerto que no es de mi sangre.

El tiempo dirá de quién me he hecho sombra.

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