LA HIDRA

Tres bodegones

I  – Un minuto antes del Génesis

 

Ciruelo de fuego abriendo su roja carne al atardecer

Que se extiende verde menta sobre el dorado maizal

Dejando a su paso sangre color de toros y azucenas,

Rastro de blanco puma que regresa a la ceniza y la noche.

Entre la fría hojarasca, los pájaros callan su canto

Como imagen disolviéndose entre el espejo o el agua.

Un rumor de planetas y estrellas hace temblar las hojas.

Animal dormido y sin nombre,

Flota la luna sobre el lago y las tinieblas.

La sombra de un hombre hecho de lodo

Suplica sangre, fuego y existencia.

El agua estremecida como hierba

Tiembla con el paso lento de serpiente-lluvia del dios,

Que de un lado a otro camina indeciso,

Sin atreverse a desatar el tiempo, la palabra y el número.

 

 

 

II – Atardecer luego de la Caída

 

Al declinar la tarde, cansado de mi jornada ya

Busco sediento el alivio de tu voz, dulce uva y oscura paz.

Enamorado y silencioso espero en la penumbra

Los pasos descalzos de mi mujer sobre la madera,

Acercándose como gaviota de la arena al mar.

El hierro duerme al fin y la espada sueña con ser azadón.

Las monedas y las palabras tornan en objetos muertos y extraños;

Mañana estarán vivas gastándose en otras bocas y otros mercados.

El fuego cabalga ebrio y azul como un animal siempre nuevo.

Beso la boca de mi mujer dormida

Como quien desde el sueño puede acariciar a otro soñador.

Las monedas y mi espada, el fuego y las palabras por decir,

Son apenas los detalles que trama la greda del Dios

Que hace de la nada el cuadro de una mujer que espera paciente

A su hombre que regresa de labrar el perdido paraíso.

 

 

III – La lejanía de Eva

 

 

Cenicienta luna de roja sangre

Navegando sin rumbo sobre negros mares.

Desde mi selva te llamo con mi hoguera

Que se levanta como culebra o salmón

De plateado humo y signos de triste hierro.

Perfume de apio, piedra y lluvia sube a mi alma

Como vapor de amanecer o azul cicuta en las venas.

Nada es mi rostro sin tus manos que le acarician.

Soy un desconocido y como desconocido que soy,

Otros hábitos y otras rutinas me esperan.

Desato mis palabras, caballos de dulce fuego púrpura.

Palabras y caballos que te traigan de vuelta

A esta selva donde construyo con leña y piedra,

Hojarasca y frío, este rostro sin memoria ni pasión.

Rebosantes de noche regresan cansadas mis inútiles bestias.

Mudas y tristes como un aguacero en las últimas gotas.

Recojo estos caballos de ceniza apagada y ardiente sed

Para regresar a mi inútil artesanía del olvido.

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