Vampiros

Mis vampiros siempre tendrán el rostro del cáncer.

Hambriento. Negro. Distorsionado. Insomne. Caótico. Eterno.

En últimas, un cáncer es una tormenta creciendo dentro de ti y embebiendose de tu sangre, como si fuera un nuevo y espantoso órgano más, anidando con sus zarcillos entre tus venas y arterias.

Caminas al trabajo con tu cáncer a cuestas, como si fuera un orangután prendido a tu cuello. Sales a trotar y el cáncer corre contigo a la misma velocidad de tu sombra. Te acuestas a dormir y el cáncer aparece en tu sueño como una inmensa célula negra girando veloz sobre sí misma, a punto de estallar como Hiroshima, lista para arrasar con su locura a las demás células de tu cuerpo. Ya nunca más estarás solo porque el cáncer hace diáspora en tu soledad.

Como si fueras un tronco seco y ahogado por el peso de la enredadera de orquideas y bromelias que se beben toda el agua lluvia que sería tuya por derecho propio.

Mi fauna y flora vampírica es realmente amplia, cruzando formas e identidades de los distintos reinos vegetales, animales y hongos, para crear vampiros de infinita sed y hambre por la vida humana. Sin embargo, siempre todos serán siempre la misma metáfora del cáncer.

 

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